Luego de haber conseguido empleo y casa a un grupo de 40 migrantes, ahora los activistas piden donaciones de menaje básico para que los haitianos puedan rehacer su vida en Cancún.
“Más del 85 por ciento de los migrantes que albergamos ya tienen casa y trabajo que les encontramos, pero los cuartos están vacíos, salvo dos familias que encontraron cuartos semiamueblados. Los demás cuartos están vacíos”, comentó Mariana Bracho, una de las activistas que administraba el refugio temporal que instalaron en el Colegio Kukulkán, el cual tuvo que cerrar ante el inminente regreso a clases.
“Los migrantes se llevaron del Colegio algo de ropa, alimento y colchonetas, pero les hacen falta cosas, como colchones, bases de cama, parrillas eléctricas o estufas, refrigeradores o frigobares y electrodomésticos como licuadora, palas para cocinar, de esas cosas básicas para vivir”, añadió.
Las donaciones se recibirán en el Colegio Kukulkán, ubicado frente al Ombligo Verde.
Cerca de 40 migrantes fueron empleados por los hoteles RIU y Majestic y el Café Antoinnette, gracias a las gestiones de la activista Mariana Escalante, madre de Mariana Bracho, quien también administraba el refugio.
Y es que ante la inacción de las autoridades, la sociedad civil organizada, una iglesia y Acnur han intentado colmar el vacío institucional.
Mariana instaló dicho refugio temporal para atender la demanda, en el Colegio Kukulkán, en Cancún. Lo mismo una iglesia de la ciudad, a un costado de Multiplaza Kabah.
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Migrantes solicitan ayuda
Tras un escritorio de madera, colocado al aire libre y que hace las veces de oficina en este improvisado refugio temporal instalado en el Colegio Kukulkán, en Cancún, está Iván Ruiz.
El gerente de Recursos Humanos del Café Antoinette, uno de los más concurridos, entrevista por trabajo a los haitianos Joselin Bien, Duramen Dieujuste, Fadner Pompilus y Stanley Doirin, de 45, 30, 35 y 33 años, respectivamente.
Sentados en pequeños y apretados pupitres, los cuatro entrevistados atienden al reclutador.
ÔÇö¿Qué hacías antes de venir? ÔÇöpregunta Iván a Joselin.
ÔÇöEra bombero
ÔÇö¿Bombero, en serio?
ÔÇöSí ÔÇösonríe.
ÔÇö¿Con cuántas personas vienes?
ÔÇöSomos yo, mi esposa e hija.
ÔÇö¿Tu esposa también trabajaría?
ÔÇöSí.
ÔÇö¿Y quién va a cuidar al bebé?
Joselin vuelve a sonreír, ahora apenado, responde que buscarían trabajar en diferentes turnos para intercalar los cuidados.
ÔÇöBueno, ¿y de qué quieres trabajar?
ÔÇöDe lo que sea ÔÇöresuelve.
Y continúa la entrevista. Iván explica el giro y las necesidades laborales del negocio y al término les ofrece 5 mil 250 pesos mensuales como salario base, más 500 en promedio de propinas. Y los migrantes asienten, conceden dar sus datos, contenidos en su visa humanitaria recién tramitada, y aceptan acompañarlo a las oficinas corporativas para firmar el contrato.
A Mariana Escalante se le revela una sonrisa que oculta por un momento su cara de cansancio, no tanto por el desgaste de administrar un refugio casi sola, sino por la congestión que no ha podido tratarse por falta de tiempo para atender su salud.
“¡Hemos conseguido trabajo a todos!”, anuncia.
Y es que, además de haber hecho posible que el Café Antoinette se interesara por contratar a estas cuatro personas, Mariana, luego de exhaustas gestiones, ha conseguido empleo a cerca de 40 migrantes en los hoteles Majestic y RIU, y con algunos amigos de Cancún, Mexicali y Guadalajara, gracias a lo cual tendrán ingresos para poder rentar cuartos, reasentarse y, eventualmente, mandar dinero a sus familiares.
Ricardo Hernández
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