Dallas Braden y el regalo perfecto para el Día de las Madres
Dallas Braden y el regalo perfecto para el Día de las Madres

La temporada de Grandes Ligas en 2010 comenzó con el precedente de un juego perfecto en la campaña anterior cortesía de Mark Buehrle, lanzador de los White Sox, a lo que los aficionados a la pelota esperaban una réplica lo antes posible, de preferencia, esa misma temporada. Dallas Braden, estelar de Oakland, fue quien se atrevió a hacerlo. El destino, entonces, le reservó la gloria en un día inolvidable.

Se citaron Rays y Athletics el mediodía del 9 de mayo de 2010 en el Coliseo de Oakland para jugar el tercer juego de la serie de ese finde semana. Ese día, como en el resto del mundo, exceptuando México, se festejó el Día de las Madres. Un domingo como hoy y que arrojó un sol a pleno sobre la bahía. Del otro lado de esta, iban a festejar la Serie Mundial al final de la temporada, del lado de Oakland, la perfección.

Fue así como empezó la ruta de Braden ante un line-up impresionante que tenía Tampa Bay en esos años con Carl Crawford, Ben Zobrist y Evan Longoria. Carlos Peña y Melvin Upton Jr. apuntalaban también la lista de toleteros que no encontraban la pelota frente al pitcher de los AÔÇÖs.

Los 12 mil aficionados que asistieron al juego vieron con el pasar de los innings un desempeño que no era común, menos en su equipo que ha batallado con los resultados desde hace varios años. Entre esos aficionados, estaba Peggy Lindsay, su abuela a la vez su madre.

Dallas Braden tenía en su abuela a su mamá, ya que su madre biológica falleció cuando él era un niño a causa de cáncer, algo que lo afectó y que su abuela se encargó de corregir, pues éste se encaminaba hacia una vida en las calles y el vandalismo.

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Dallas Braden y el regalo perfecto para el Día de las Madres

52 salidas al montículo en su historial, uniforme blanco con letras en verde y amarillo, determinación para lograr algo que no sabía qué era, pero que vislumbraba, mientras el sol abrasador caía inclemente en el parque de pelota.

No se le notó con un esfuerzo sobrehumano durante las nueve entradas en las que dominó a los bates de los Rays. Los 109 pitcheos son prueba de ello, el tiempo efectivo de juego de dos horas, seis minutos lo respaldan. El marcador final de 0-4 y los ceros en toda la papeleta del juego y el marcador electrónico fueron los testigos palpables.

Al caer el out 27 y ser festejado por sus compañeros, Dallas Braden iba rumbo a las gradas para encontrarse con Peggy, su abuela, su madre también. Ahí en el Coliseo y frente a 12 mil asistentes y muchos millones más a través de la señal por televisión, el pitcher que había conseguido la hazaña individual con la que cualquiera en esa posición sueña, se abrazó con la mujer que lo condujo para llegar a ese día, el mejor día de su carrera, el Día de las Madres, y con el regalo perfecto para la suya.

Dallas Braden no contó con una carrera tan longeva ni brillante como otros pitchers en la actualidad como Clayton Kershaw o Max Scherzer, sin embargo, es uno de los 23 lanzadores que ha conseguido un juego perfecto en 150 años del beisbol profesional, algo que muchos históricos nunca lograron.

Con información de Agencias