Tiempo Nuevo
Por: Salvador Guerrero
Correo: sgchipres1@hotmail.com / Twitter: @guerrerochipres

Preferimos la antigua realidad: la lenta e infinita confrontación a rayo de sol de Érase una vez en el Oeste, del año excepcional de 1968, y la prodigiosa serenidad con armónica y pistola de Charles Bronson santificado por la música de Ennio Morricone. Señales claras y consecuencias contundentes de acciones inequívocas.

La realidad que se nos fue.

En 1969, México descubrió dos clásicos a caballo entre la alta cultura y la popular: El bueno, el malo y el feo, de Sergio Leone, es una de las más grandes épicas del cine del siglo pasado, y su banda sonora se ha vuelto inseparable de la estética del spaghetti western.

Medio siglo después ÔÇöjusto 51 añosÔÇö, su compositor, el italiano humilde y genial, se ha ido. Una frase directa, concisa, inicia su testamento emocional: “Yo, Ennio Morricone, he muerto”, y en esta última voluntad hay un mensaje, sencillo, lleno de humanidad, dedicado a la gente que más amo.

Tan sólo unas pocas semanas atrás fue reconocido, junto a John Williams, con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, quizá el más importante a nivel internacional sólo por debajo del Nobel, y el cual también han ganado cineastas como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Pedro Almodóvar, o artistas de la talla de Krzysztof Penderecki, Richard Serra y Bob Dylan. Una década antes, Morricone ganó el Premio Polar, el equivalente al Nobel de la música, y en su historial se hallan el Grammy, los Globos de Oro, el BAFTA y el Óscar honorífico, que no son menos importantes.

Junto a Sergio Leone, icono y mito, definió la ya citada estética que enmarca las películas del Oeste hechas en Italia, alejadas de los paradigmas y narrativas convencionales a la John Wayne. Otros trabajos en los que colaboró con Leone, Por un puñado de dólares y Érase una vez en América, por ejemplo, autoafirman como un hito a este gran dúo del cine.

Más figuras míticas lo buscaron: Brian de Palma, Giuseppe Tornatore y Quentin Tarantino, las más famosas; mientras que a nivel musical un buen oído puede notar su huella, ya sea porque lo han dicho públicamente o por su carácter evidente, en el estilo de Nick Cave, Radiohead, Portishead y Angelo Badalamenti, quien tiene con David Lynch una mancuerna al estilo de la de Leone y Morricone; todos íconos de la música popular de las últimas décadas.

La fuerza que envuelve la obra de Morricone se conforma por muchas caras y estados de ánimo: emociones apasionadas, dramáticas, nerviosas y exuberantes, que construyen atmósferas interiores en torno a lo ambiguo y su propio sentido de lo ominoso.

Entre la cúspide creativa y la cúspide material, queda una tercera, humana, franca, y que sería la esperada por un amigo con el que compartimos horas antes de tomar un largo viaje: “No quiero molestar (ÔǪ). Espero que entiendan cuánto los he amado (ÔǪ). A ella renuevo el amor extraordinario

Enfrentar la vida con un espíritu sencillo, cálido, una mirada llena de amor y humanidad hasta el último de nuestros días. El verdadero ecstasy of gold.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.