Izamal, 3 Junio.- Un sin fin de actividades y gratas experiencias; así es que no debe pensarse más y optar por ese viaje pendiente con la seguridad de la implementación de estrictos protocolos sanitarios para que los visitantes se sientan tranquilos sobre el cuidado de su salud y la de los demás.

Se dice que “quien de amarillo se viste, en su belleza confía”, y la ciudad de Izamal en Yucatán, tiene en qué confiar, porque es bellísima y llena de historia.

La magia inicia al llegar y ser recibido por una gama de colores amarillos y ocres en las fachadas de las ex-haciendas henequeneras y que hoy forman parte de todas las edificaciones de esta pequeña ciudad.

Otro motivo de asombro es el Convento Franciscano San Antonio de Padua, una majestuosa edificación construida en 1549, con 75 arcos, considerado el atrio cerrado más grande de América y el segundo en el mundo, después de la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Este convento, por cierto, recibió la visita del Papa Juan Pablo II en 1993, quien fue testigo de la arquitectura y diseño que lo transportó, como a nosotros, a la época del esplendor del oro verde, el henequén.

Izamal significa “rocío que desciende del cielo”, debido al maestro y sacerdote de los mayas llamado Itzamná o Zamná, este origen prehispánico no sólo puede verse en el nombre, sino también en sus zonas arqueológicas, las cuales son más antiguas que Uxmal y Chichén Itzá. En este asentamiento pueden visitarse cinco estructuras:

ÔùÅ TuÔÇÖUl, que se cree que era la habitación de algún importante dignatario.

ÔùÅ Itzamatul, templo dedicado a Zamná y su nombre significa “el que recibe o posee la gracia del cielo”.

ÔùÅ Habuk, plataforma limitada por cuatro edificaciones.

ÔùÅ Ppap Hol Chak, basamento sobre el que se construyó el Convento San Antonio de Padua.

Pero la más sorprendente de todas es la pirámide de Kinich Kakmó. La tercera más grande de México, que regala a los visitantes una vista panorámica de la ciudad.

Los mayas veneraban a través de ella al Dios Kinich, quien bajaba al mediodía cuando los rayos solares caen con plenitud para quemar y purificar los sacrificios y ofrendas.

Y si de gastronomía se trata, una parada obligada es el restaurante Kinich, considerado uno de los mejores de México.

Su cocina tradicional, además de ser sublime y buscar preservar los sabores y técnicas ancestrales, sigue una política de consumo de ingredientes locales que además de intensificar los sabores de la comida, impulsa la producción familiar en los solares e incentiva la economía del pueblo, por lo que visitarlo apoya a toda la cadena de productores de la región.

Otra forma de apoyar las actividades tradicionales y tener además un lindo souvenir es la visita a los talleres de artesanías en las que se fabrican aretes, collares y pulseras de madera, rosarios hechos de coyol o hamacas tejidas con fibras de henequén y muchos más.

Izamal tiene muchas cosas que ofrecerte. Es el lugar perfecto para emprender una caminata y experimentar la mezcla de las culturas que envuelven a este pueblo mágico: el origen maya, el pasado colonial y tranquilidad del presente.