Con motivo de la llegada del verano y el día más largo del año, en la cabecera de Lázaro Cárdenas, un grupo de personas interesadas en la cultura de la región organizó un muy variado festival que arrancó desde tempranito, y que en sus palabras, concluiría hasta bien entrada la noche.

En lo que venían los invitados de Solferino, nos invitaron a jugar lotería en maya. En un momento comenzamos, la entrada son 100 (léase ciem) pesos, se anunció en broma, por fortuna. Jugando me enteré que el anterior Grupo Nuevo Amanecer, conjugando esfuerzos, logró realizar 12 eventos consecutivos, el 21 de cada mes, durante todo el 2012, y remataron con una comilona en la que sacrificaron a cuatro cerdos, la cual alcanzó para cientos de gentes. Tocaron muchas puertas en búsqueda de recursos y quedaron exhaustos, además ¿qué no se suponía que el mundo se iba a acabar entonces?

Con la llegada de los danzantes, inició la ceremonia. Muy bien ataviados, hicieron resonar los tambores, ahora sí en vivo y en directo, y su variado elenco dio una gran presentación. Al término, el director de Chichaan Balam agradeció al público y soltó unas reflexiones: Si no sabemos de dónde venimos, cómo vamos a saber a dónde ir. No importa cuántos seamos, la calidad es lo que cuenta, no se me achicopale.

Si no hubieran locos ya no existiría este mundo.

Después, tocó el turno de don Gaspar Maglah, cronista vitalicio del pueblo, quien se quitó la cámara con la que estuvo capturando el evento y compartió algunas de sus creaciones. Textos muy sentidos que ilustran algo de lo que implica nacer y vivir en aquella, su tierra en la que todo es poesía. Por esta vez lo hizo en la lengua propia de la otra península, para mejor comprensión de los presentes, y cuando acabó se excusó, ya que al ser un poeta campesino, tenía que irse pronto a dar de comer a sus animales.

Primeros encuentros

Antes de que montara en su moto pude interceptarlo y platicar un poco para desentrañar ciertos misterios. Me contó que además del Cerro Mayor, ahora conocido como Kantunich (nombre que también se le da al recién formado colectivo), había muchos más en la zona, pero que se han ido perdiendo, destruidos producto del desconocimiento. Me instó a platicar con el Chino, aquel del sombrero por allá, y se despidió, no sin antes explicar cómo podía dar con él en otra ocasión.

De mi primer encuentro con el autoproclamado protector de los cerros de Kantunilkín, no puedo revelar mucho ahora mismo, fuera de que fue más que satisfactorio. Me contó de la labor de Fray Diego de Landa, que a su modo ha pugnado por completar, y dio una muestra de las cosas increíbles de Yucatán, como el modo en que se quitaban las verrugas los antiguos, o cómo evitar que los perros hagan de las suyas donde no quieres, o la duda de por qué las culebras pierden fuerza cuando se acercan a una mujer embarazada. De todo eso y mucho más, ya seguiremos indagando.