Hay momentos en la historia de un pueblo que sirven no solo para conmemorar, sino también para reflexionar. El 51 aniversario de Quintana Roo, celebrado en el Congreso por la gobernadora Mara Lezama, fue uno de esos instantes.
Y no, no hablo de cifras ni de estadísticas, hablo del mensaje político, del fondo que hay detrás de cada palabra, de lo que intenta sembrar en la conciencia de las y los quintanarroenses
Lo primero que me queda claro es que Mara Lezama no se subió a la tribuna a dar un discurso más. No. Fue un mensaje con un tono profundamente emotivo, cargado de llamados a la unidad, a la esperanza y a un concepto que ha repetido una y otra vez desde que asumió la gubernatura: la prosperidad compartida.
Una idea sencilla, pero contundente, porque rompe con el viejo esquema en donde el crecimiento económico beneficiaba solo a unos cuantos y dejaba a la mayoría mirando desde la banqueta.
La gobernadora habló de justicia social, de feminismo con rostro humano, de poner a las personas en el centro de las políticas. Es un discurso que busca mover fibras emocionales, que apela al orgullo de ser quintanarroense y que conecta con ese sentimiento de identidad que no se mide en pesos ni en porcentajes, sino en la memoria y en la dignidad de la gente.
Y eso, para bien o para mal, es política en su estado más puro, sembrar en la mente del ciudadano una visión de futuro.
No es casualidad que en su mensaje resaltara la lucha de los mayas, la construcción de Cancún desde la nada, el esfuerzo de quienes llegaron como migrantes a la selva y encontraron aquí una nueva vida.
Tampoco es casual que recordara a los pioneros, a los constituyentes, a los que hicieron posible que Quintana Roo dejara de ser un territorio olvidado para convertirse en un estado libre y soberano.
Ahora bien, ¿qué me parece lo más relevante del mensaje? Que se coloca en la línea directa de la llamada Cuarta Transformación. Mara Lezama no habló solo como gobernadora, habló como parte de un movimiento político que busca consolidarse en todo México.
Usó conceptos como “mandar obedeciendo al pueblo”, “primero los pobres” y “unidad con amor por esta tierra”, frases que resuenan con la filosofía de López Obrador y ahora con la presidenta Claudia Sheinbaum. El mensaje no fue aislado, fue un engrane más de un proyecto nacional.
Y aquí es donde me detengo, más allá de los aplausos, lo que subyace es un llamado a confiar en que este modelo de gobierno, con tintes humanistas y feministas, como lo describe, es el camino para el futuro. Un modelo que, según la narrativa oficial, ya dejó atrás los tiempos del saqueo, la corrupción y el abandono.
Es un discurso fuerte, lleno de calificativos, que divide aguas entre lo viejo y lo nuevo, entre el pasado de abusos y un presente que promete justicia.
Claro, algunos dirán que es solo retórica, que la realidad de la inseguridad, la desigualdad o la precariedad laboral sigue golpeando. Y sí, no se puede negar. Pero el mensaje político de Mara Lezama no está hecho para convencer con estadísticas, sino para reforzar un relato, el de una gobernadora que se asume como hija de la 4T, que se presenta como cercana a la gente y que promete no olvidar a quienes han sido históricamente marginados.
En conclusión, lo que vimos en el Congreso no fue solo la celebración de un aniversario. Fue la reafirmación de un rumbo político.