Desde hace años, en Quintana Roo nos acostumbramos a caminar bajo el sol, a esperar camiones eternos, a lidiar con unidades viejas y operadores que muchas veces parecían más hartos que los propios usuarios.
Vivimos resignados, como si la movilidad fuera un lujo y no un derecho básico. Por eso, cuando la gobernadora Mara Lezama presentó el nuevo Sistema de Movilidad del Bienestar, MOBI, no pude evitar sentir que estábamos frente a un mensaje político mucho más profundo que la simple compra de autobuses o la inauguración de rutas.
Lo que Mara puso sobre la mesa es una narrativa clara: “ya basta” de ver al transporte público como una desgracia inevitable. MOBI llega con la intención de romper con décadas de abandono, desorden y corrupción que todos, absolutamente todos, hemos padecido. Y eso, en un estado donde la movilidad se volvió símbolo de desigualdad, no es cualquier cosa. Es un golpe directo al viejo sistema.
Que no se trata únicamente de mover cuerpos, sino de dignificar vidas. Que un estudiante pueda ahorrar, que un adulto mayor viaje sin miedo, que una persona con discapacidad tenga garantizado el acceso, no es propaganda, es un viraje en la visión de gobierno.
Y también, hay que decirlo, es una apuesta arriesgada. Transformar el transporte es meterse con intereses, con sindicatos duros, con operadores que estaban acostumbrados a la ley del “ahí se va”.
Cuando un sistema de movilidad funciona, transforma la vida diaria. Le regresa horas a las personas, reduce gastos, mejora el ánimo, baja el estrés. Y cuando un sistema de movilidad se hace con orden, transparencia y visión social, transforma también la política: recupera la confianza, demuestra que sí se puede gobernar pensando en la gente y no en los intereses. Eso es lo que está en juego con MOBI.
Pero el hecho de plantear un sistema con cámaras, pago electrónico, vigilancia real, agentes civiles sin el viejo aparato de corrupción, manda un mensaje directo: se acabó el negocio de la mordida, el desorden y las rutas hechas al gusto de unos cuantos.
En pocas palabras, MOBI va contra una estructura que por años lucró con la necesidad de la gente.
La gobernadora no solo está modernizando autobuses, está confrontando un modelo que lucró con nuestra paciencia, nuestros bolsillos y hasta con nuestra seguridad.
¿Será perfecto? Claro que no. Faltará ver si operadores, concesionarios y ciudadanos se alinean.
Faltará comprobar si las tarifas sociales, los transbordos gratuitos y las rutas nuevas funcionan como se promete. Pero lo relevante hoy no es la cifra, sino la intención, por primera vez en mucho tiempo, el gobierno del estado habla de movilidad como un derecho y no como un negocio.
Por eso digo que MOBI es mucho más que un sistema de transporte: es un mensaje político que reivindica a la gente común. Es decirle al ciudadano que sí merece viajar con dignidad. Que sí es posible un transporte sin corrupción. Que sí se pueden hacer las cosas diferente.
A veces, la verdadera transformación no comienza con grandes discursos, sino con decisiones que cambian la vida diaria. Y si MOBI logra, aunque sea en parte, que miles de quintanarroenses lleguen más rápido, más seguros y con menos gasto, Mara Lezama habrá tocado una fibra social que durante años nadie quiso atender.
Porque al final, la movilidad no es moverse, es avanzar juntos. Y eso, políticamente, pesa. Y pesa mucho.

