Quien no puede sacudirse hoy una realidad incomoda es Rafael Marín Mollinedo, el mismo titular de aduanas que ya con ambición y quien parece haber descuidado su actual cargo.
La salida de Alex Tonatiuh Márquez Hernández, director de investigación de aguanas, mejor conocido como “Lord Relojes”, (por su lujosa colección de alta gama con su módico salario austero) no es un asunto menor ni un simple cambio administrativo.
No nos engañemos. Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum anuncia que un funcionario clave deja su encargo en Aduanas por decisión de Rafael Marín, el mensaje político es claro: algo huele mal y ya no se pudo tapar.
Alex Tonatiuh no era un burócrata cualquiera. No estaba ahí para sellar papeles o cuidar una caja chica. Tenía en sus manos temas delicadísimos: contrabando, huachicoleo, redes de corrupción que sangran al país.
Y, sin embargo, su nombre empezó a sonar más por los lujos, por los excesos y por las quejas de empresarios que por resultados claros.
Aquí es donde Rafael Marín queda mal parado. Muy mal. Porque Alex Tonatiuh no cayó del cielo. Era su mano derecha, su persona de confianza, alguien a quien le dio poder y respaldo.
En política, cuando tu colaborador más cercano está bajo investigación, no basta con decir “yo no sabía”.
La gente común, la que trabaja, la que paga impuestos, entiende perfectamente que quien manda también es responsable de a quién pone y a quién protege.
Rafael Marín queda mal parado porque su proyecto se construye sobre un discurso de eficiencia y control. Y cuando tu mano derecha es investigada por corrupción, ese discurso se cae a pedazos.
La gente no necesita estudios ni análisis complicados para entenderlo: si el más cercano falló, algo en él, también está fallando.
La Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, encabezada por Raquel Buenrostro, ya está investigando.
Tiene fama de ser estricta, técnica y poco tolerante con las irregularidades administrativas en todos los niveles.

