Beber durante las comidas, ¿sí o no? Esa pregunta ocupa sobre todo a los padres de niños pequeños. Porque muchas veces aprendieron de sus propios padres que se bebe recién después de comer.
El temor detrás de esta postura es que el líquido diluya el ácido gástrico y la digestión no resulte así tan bien. ¿Es eso cierto?
“Una chispa de verdad hay detrás de ello”, dice el profesor Johannes Georg Wechsler, internista en Múnich, Alemania. Pero no considera recomendable renunciar por completo a la bebida durante las comidas.
Vamos paso a paso: el organismo humano produce por día hasta cuatro litros de jugo gástrico. Este ácido clorhídrico descompone el alimento, que luego el cuerpo seguirá procesando.
Con la alimentación también ingerimos gérmenes. Una parte de ellos es eliminada por la saliva. Para los gérmenes que logran llegar al estómago, en general, allí se termina el viaje: no sobreviven al contacto con el ácido gástrico.
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“Quien beba grandes cantidades de líquido durante una comida, de hecho contribuye a que el ácido gástrico se diluya”, dice Wechsler. Pero renunciar totalmente a la bebida no es necesario.
Lo mismo asegura Rita Rausch: “Un vaso de agua con la comida no daña. Al contrario”. Según la asesora en nutrición, de esta manera el bolo alimenticio, que en la boca fue descompuesto por la saliva, viaja mejor en dirección al estómago y al intestino.
Rausch entiende por qué en muchas familias rige la regla de que no se bebe hasta después de comer. “Muchas veces esto se da cuando los niños no disfrutan mucho de la comida”, dice la asesora.
Los padres temen que la bebida distraiga a su retoño del alimento, el niño coma entonces menos y no ingiera así una cantidad suficiente de nutrientes.
“En esos casos, conviene negociar”, dice Rausch. Se puede permitir a los pequeños beber con la comida, pero solo un vaso, cuyo contenido el niño deberá ir ingiriendo a medida que vaya comiendo.
Si permitimos una bebida en la mesa, surge la pregunta de que cuál sería la mejor. “Agua”, dice Wechsler, “para saborear realmente la comida”. No importa si es agua mineral sin o con gas o agua corriente.
Muchos adultos beben vino o cerveza con la comida, “pero eso altera el sabor de los alimentos”. Y, además, el alcohol es una bomba calórica.
Lo mismo vale para las gaseosas, limonadas, refrescos o jugos de fruta, señala Rausch. Pero recomienda que si alguien no quiere beber agua, quizá una alternativa pueda ser una infusión de fruta sin azúcar.
Una buena idea: beber antes de comer
Cabe destacar que sí puede ser útil beber un vaso de agua antes de comer. “Eso vale sobre todo para aquellos que deben cuidar su peso o que están siguiendo una dieta”, acota Wechsler.
Por el agua, el estómago se expande, y se genera así una ligera sensación de saciedad. En consecuencia, los ataques de hambre pierden intensidad y, posiblemente, se ingiera luego menos cantidad de comida.
Además, beber impulsa la digestión. “Claro que no existen pruebas científicas de que beber agua haga adelgazar”, aclara Wechsler.
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“Un problema generalizado es que la mayoría bebe demasiado poco”, indica Wechsler. Y eso que el cuerpo necesita urgentemente el líquido, y no solo para llevar a cabo la digestión. “Los adultos deberían idealmente beber unos 2,5 litros de agua por día”, precisa.
Pero no todo de golpe. Porque el organismo puede procesar bien solo una cantidad limitada de líquido. Según Wechsler, lo óptimo es beber un vaso de agua por hora.
La necesidad de ingerir líquido es menor en los niños. Según la Sociedad Alemana de Nutrición, los niños de entre cuatro y siete años deberían beber 940 ml por día.
Beber es importante, porque por día perdemos hasta 2,5 litros de agua, por ejemplo sudando, incluso sin esfuerzo físico. Si esta pérdida no es equilibrada con bebida, el cuerpo no puede aprovisionarse bien de oxígeno y nutrientes.
“Eso puede manifestarse después en problemas de concentración, dolor de cabeza y también mareos”, apunta Wechsler. Si alguien no bebe nada durante siete días, muere de sed.
Un café después de comer
Volvamos a la bebida con la comida. “Lo óptimo sería que el agua bebida estuviera tibia”, señala Wechsler. Y es que el agua tibia, con una temperatura de unos 36 grados, estimula los procesos metabólicos y así la digestión. Eso hace bien, sobre todo después de una comilona.
Hay otra cosa que ayuda a la digestión, al menos en el caso de los adultos: “Beberse un café después de comer”, dice Wechsler. Los compuestos amargos contenidos en el café ayudan también a poner en marcha la digestión. Más allá de que, para muchos, un cafecito después de comer es un verdadero placer.
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