El año pasado visité por segunda ocasión en mi vida la ciudad de Tijuana. Es algo de lo que ya he hablado en este espacio, pero no de este detalle en particular. Pensando en qué lugares podíamos explorar mi anfitrión y yo, y él siendo gran conocedor de mis filias, se le ocurrió invitarme a explorar un lugar que justo por esas fechas se enteró que estaba próximo a desaparecer: una librería.

Así que en una jornada maratónica, después de previamente cumplir con ciertos menesteres, llegamos a la afamada Avenida Revolución, nos metimos por un laberinto y terminamos en el Pasaje Rodríguez. Yo solamente me dejé guiar, flojito y cooperando.

Allí pude descubrir una librería con una gran cantidad de títulos, pero desprovista de alma. A pesar de ello, su vendedora fue muy atenta, le pregunté por un título que desde hace años estoy cazando pero que simplemente me ha sido esquivo: Sobre vivir Tijuana de Aurelio Meza, indagó y me informó que no lo tenía registrado. Le agradecí y ya me despedía cuando vi sobre la primera mesa una compilación de cuentos de Salvador Elizondo, algo que me sorprendió ya que Julio me había dicho que así se llamaba el recinto que originalmente íbamos a visitar:

El grafógrafo

Esta cafebrería se encontraba justo enfrente y tenía todo lo que a la otra le faltaba: una identidad propia. Ejemplares nuevos y de ocasión conviviendo en un ambiente propicio, atendido por personas que realmente ponen un cuidadoso empeño en que luzca su muy variada oferta. Me dejé llevar y sin darme cuenta al poco rato ya estaba explorando su estantería.

En estos momentos hay que guardar la calma, desde hace muchos años pude comprender que no voy a leer, ni mucho menos poseer, todos los libros que añoro en esta vida, por lo que ahora toca ser selectivo y discriminar. Optar por leer una página y dejar otra, por siempre, en una incógnita.

Así terminé aferrándome a tres ejemplares, uno sobre la obra de Victoriano Salado Álvarez, del que hacía apenas unos instantes venía platicando con mi amigo mientras llegábamos a las gorditas de Aquí es Texcoco; una novela de Ricardo Garibay, titulada Acapulco y finalmente un estudio sobre la literatura en aquella ciudad fronteriza mexicana. Aún no le entro a ninguno de ellos.

Descubrí un libro sobre la película de Gael que estuve tentado a llevarme, pero decidí soltar, no era la ocasión.

El mundo

Pasaron los meses, regresé al Caribe, llegaron las vacaciones y tuve la oportunidad de volver a viajar. Esta vez regresé a tierras queretanas y tenía una misión en mente: conseguir un libro.

Eso mismo hice, pero de ello, ya hablaré en otra entrega.

Pensando en qué podía llevar de regreso a mi terruño, en la quinte y última librería que visité en este viaje, me volví a encontrar con el libro sobre Chicuarotes, esta vez sí que me lo llevé.

Ojalá en Cancún existan espacios así de mágicos algún día. Recuerdo uno así en Playa del Carmen, hace muchos ayeres. Por lo pronto, toca prepararse y soñar.

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