A mediados de los 70, inspirados en una muy conocida expresión italiana, Björn Ulvaeus y Benny Andersson (mejor conocidos por ser la parte masculina de ABBA) hicieron una canción -la cual forma parte del álbum homónimo de la banda sueca- cuya publicación, hace ya medio siglo atrás, los volvería mundialmente célebres.

Por mucho tiempo ambos productores habían soñado y estaban deseosos de dar un contundente golpe que confirmara su calidad musical tras el triunfo obtenido con “Waterloo” en el Festival de la Canción de Eurovisión. Con este tema lo lograron, afincándose en un muy merecido estrellato al demostrar que ya sabían muy bien a estas alturas del juego (era su tercer disco de estudio) cómo era la cosa y que para los ganadores ni siquiera el cielo es el límite.

El musical

Años después, basada en las composiciones de esta dupla escandinava, la dramaturga británica Catherine Johnson emprendió la labor de escribir una obra de teatro musical, la cual narra la historia de una mujer que está a punto de casarse en una isla griega, pero que no tiene quién la lleve al altar ya que desconoce quién es su progenitor; por lo que decide invitar a su boda a los tres candidatos con los que más posibilidades tiene de compartir ADN: Mamma mía!

Tanto éxito supuso esta disparatada obra dramatúrgica, que eventualmente llegó la versión fílmica -con Meryl Streep, Pierce Brosnan y más elenco de primer nivel- y posteriormente incluso se realizó una secuela.

Conociéndome y conociéndote, estimado lector, sé que todo este recuento quizá no sea sorprendente y muy poco de ello sea una novedad, pero bueno, apuesta por leer un poco más de esta columna y quizá te quedes con algo.

Ahí vamos de nuevo

Hace unas semanas pude asistir a una puesta en escena de Mamma mía! en el Teatro de la Ciudad de Cancún -que no el Teatro de Cancún- y fue un gran espectáculo, del cual si bien salí cansado -ya que la función terminó a las 11 de la noche-, a la vez lo hice con una gran satisfacción.

Me gustó ver que en el recinto hayan hecho uso de microfonía para paliar el problema del audio en funciones pasadas, y si bien éste tuvo algunas fallas, terminó por cumplir su propósito: hacer que el público se enterara de cuanto se decía y cantaba en el escenario.

Fue hasta el intermedio de la obra que me enteré que la coordinación de los más de 20 intérpretes se había llevado a cabo en esta misma ciudad caribeña, en la Academia Escénica Arte de Cancún.

Desconozco el recorrido de cada uno de los miembros de esta compañía, pero puedo intuir que muchos de ellos apenas están comenzando en este ámbito y es inspirador verlos ya viviendo el sueño junto con los de mayor carrera, presentándose en el máximo escaparate de la ciudad que habitan, frente a propios y extraños. Un gran honor y responsabilidad al mismo tiempo.Es asombroso el empeño que pusieron en esta ocasión y espero pronto ver más de lo que traigan entre manos, por ahora veo que preparan una representación de El Rey León. No es necesario ser un gran conocedor para disfrutar de espectáculos como este y vaya que vale la pena reconocer todo el esfuerzo invertido, y en esta ocasión, sólo me queda agradecerles y felicitarles por ello.

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