El trabajo como un derecho en México se encuentra contenido en una rama fundamental dentro del sistema jurídico mexicano, orientada a regular las relaciones laborales entre trabajadores y empleadores con el fin de asegurar un equilibrio y justicia en el ámbito laboral. 

Esta rama consta de principios fundamentales que buscan proteger al trabajador, considerado la parte más vulnerable de la relación laboral, entre los que destaco los siguientes: 

  1. Principio de protección al trabajador: este se manifiesta a través de diversas normas que buscan equilibrar la relación laboral, garantizando condiciones de trabajo justas y adecuadas.
  2. Principio de irrenunciabilidad de derechos: los trabajadores no pueden renunciar a los derechos que la ley les otorga, incluso si expresan su voluntad de hacerlo, asegurando así la protección mínima indispensable.
  3. Principio de continuidad laboral: se presume que la relación de trabajo es por tiempo indeterminado, protegiendo al trabajador contra despidos injustificados y promoviendo la estabilidad en el empleo.
  4. Principio de igualdad y no discriminación: consagrado en el Artículo 1.° de la Constitución y desarrollado por la LFT, prohíbe cualquier forma de discriminación en el empleo basada en género, raza, edad, discapacidad, condición social, condiciones de salud, religión, opiniones, orientación sexual, estado civil, o cualquier otro criterio que atente contra la dignidad humana.

Sin embargo, aun cuando se han constitucionalizado esos principios en el artículo 5 y 123 de la Carta Magna, los trabajadores en México continúan siendo explotados por un sinfín de violaciones a sus derechos más básicos, haciéndolos firmar la hoja de renuncia y hojas en blanco al momento de su contratación, subcontratándolos en pagadoras ilegales que limitan el ejercicio de sus derechos ante el verdadero patrón, y en muchos casos con cargas extenuantes y salarios minúsculos, como sucede en los centros vacacionales más importantes de México.

Tan solo en 2024, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi documentó a millones de estas personas que viven en la incertidumbre, en la precariedad y en la invisibilidad, arrojando datos de los que no se habla constantemente desde la política:

  1. Población ocupada total: 59.1 millones de personas.
  2. Población económicamente activa (PEA):  60.7 millones.
  3. Personas desempleadas: 1.5 millones (2.5 por ciento de la PEA).
  4. Trabajadores en la informalidad laboral: 33.5 millones (equivale al 55% de los trabajadores) ¡sin acceso a seguridad social, aguinaldo, vacaciones o pensiones!
  5. Trabajadores formales: apenas son 26.7 millones, una minoría que tiene prestaciones, pero muchas veces con contratos temporales, sueldos bajos y pocas oportunidades de desarrollo.

Si tomamos como ejemplo a Cancún, Tulum y Playa del Carmen —esos lugares que evocan lujo, descanso y turismo internacional—, detrás del brillo de esos palacios en las playas de Caribe Mexicano vive un millón de personas que trabajan en Quintana Roo, de las que el 66.7 por ciento lo hace en condiciones informales; significa que siete de cada 10 trabajadores no tienen contrato, ni seguro, ni aguinaldo, ni acceso a servicios médicos, ni certeza, ni derecho laboral alguno.

El personal de limpieza en hoteles, los cocineros, jardineros, transportistas turísticos, las camareras, los albañiles de los nuevos desarrollos inmobiliarios, trabajadores del Tren Maya, todos ellos, viven sin condiciones básicas como acceso a agua potable, drenaje o transporte digno en sus colonias.

Desde el PT hemos impulsado iniciativas para favorecer a los trabajadores, como la reciente iniciativa de las 40 horas, la prima de antigüedad para trabajadores de los estados y el cambio de UMA a salarios mínimos para realizar el cálculo de las jubilaciones, proyectos que no deben quedar en letra muerta como los principios antes mencionados. Estas iniciativas deben ser apoyadas por quienes son nuestros aliados ya que, de no ser así, la 4T estaría fallándole a los trabajadores de México y la vida seguiría como en el pasado, como aquellas cosas que no tienen mucho sentido.