Asistí, como muchos, al Tercer Informe de la gobernadora Mara Lezama en Calderitas. Y lo primero que me queda claro es que el mensaje no fue para técnicos, economistas ni expertos en cifras.

Fue un discurso cargado de simbolismo político, de gestos hacia la gente, de palabras que buscan dejar huella en la memoria colectiva. No se trató de presumir números fríos, sino de reafirmar un estilo de gobernar que la mandataria estatal ha querido marcar desde el inicio: un gobierno cercano, de puertas abiertas, que se coloca del lado del pueblo.

La gobernadora insistió, con voz firme, en que Quintana Roo vive una nueva etapa, un cambio cultural y político donde la honestidad, la transparencia y la cercanía con la ciudadanía son la brújula.

El tono del informe fue directo: “no somos iguales”. Con esa sentencia, Mara Lezama busca dibujar una línea divisoria entre su gobierno y los anteriores. La crítica a los vicios del pasado (la corrupción, el despilfarro, la indiferencia) estuvo presente de manera constante.

Y al mismo tiempo, colocó ejemplos cercanos, historias humanas, como las mujeres atendidas en caravanas médicas o los adultos mayores que concluyen sus estudios. Son relatos sencillos, fáciles de comprender, pero muy efectivos para reforzar la idea de un gobierno que piensa en la gente común.

Hay que decirlo: el mensaje político también tuvo un fuerte acento feminista. La gobernadora destacó que las mujeres son prioridad, que nunca más serán invisibles. Ahí está parte de la apuesta discursiva: gobernar con un rostro humano, sensible, empático, que conecta con sectores históricamente marginados.

Otro elemento central del discurso fue la lucha contra la corrupción. No es casualidad que haya repetido una y otra vez que su administración no tiene observaciones de la Auditoría Superior de la Federación. Ese dato, se traduce en un mensaje político claro: “somos diferentes, gobernamos con honestidad”. Un mensaje directo para un pueblo cansado de abusos y saqueos.

No faltó tampoco el reconocimiento a la Presidenta Claudia Sheinbaum, ni la reafirmación de que Quintana Roo es parte del proyecto de la Cuarta Transformación. Mara Lezama se presentó no sólo como gobernadora de un estado turístico, sino como una pieza fundamental de un movimiento nacional.

Y no se trata de olvidar al turismo, porque esa es nuestra vocación. Pero aquí se nota un giro político fundamental: que el turismo no sólo sirva para engordar cifras de visitantes, sino que beneficie a la gente común. Que comunidades mayas, como las de la zona de Maya Ka’an, pasen de ser simples espectadoras a protagonistas del éxito turístico, es un acto de justicia histórica. Por fin se reconoce que el verdadero éxito es el que se comparte.

No menos importante es la colaboración con la Federación. La construcción de hospitales, la modernización de clínicas y la gratuidad de servicios de alta especialidad son logros que cambian vidas. ¿Cuántas familias no tuvieron que hipotecar su futuro para atender una enfermedad? Hoy se les abre una puerta a la esperanza.

Y si hablamos del campo, ahí está otro mensaje fuerte: no más ocurrencias, no más improvisación. Los apoyos llegan a tiempo, las semillas se entregan cuando el ciclo lo requiere, y los productores sienten que hay alguien del otro lado que entiende su esfuerzo. Eso es gobernar con respeto, con sentido humano.

Podría seguir enumerando logros, pero insisto: más allá de los datos, el mensaje político es claro. Este gobierno se plantea como un muro contra el regreso de los vicios del pasado. Se nos dice con todas sus letras: “no permitamos volver atrás”. Y eso es un llamado no sólo a la clase política, sino a la sociedad entera. Porque los cambios, si no se defienden, se pierden.

Por eso digo que este mensaje no se mide por los millones invertidos ni por los récords turísticos. Se mide por la claridad con que se nos dice que la transformación no tiene marcha atrás, que la prosperidad debe ser compartida y que en Quintana Roo ya no hay espacio para la indiferencia.