Bienestar con boleto VIP

El secretario del Bienestar de Quintana Roo, Pablo Bustamante, ha construido una imagen cercana: sonríe en colonias populares, reparte tamales y prueba frijol con puerco como si el cargo le diera sabor a barrio. Sin embargo, su reciente viaje a Disneylandia pone en entredicho esa narrativa. 

¿Cómo se concilia la austeridad que promueve Morena —partido aliado del PVEM— con un paseo por el parque temático más caro del mundo?

La contradicción no es menor. Mientras se habla de justicia social y se exige empatía con los más vulnerables, el funcionario disfruta de privilegios que no están al alcance de quienes dice representar. 

La austeridad no es sólo un discurso, es una práctica que se refleja en las decisiones cotidianas. Y cuando el bienestar se mezcla con boletos VIP, la credibilidad se evapora entre selfies y castillos de fantasía. ¿Será?

Parque del Jaguar: ¿acceso libre?

El anuncio de nuevos accesos públicos a las playas de Tulum parece responder a una exigencia legítima: garantizar que el mar sea de todos. Sin embargo, la realidad es más compleja. 

Desde la creación del Parque del Jaguar, varias playas quedaron dentro del Área Natural Protegida, lo que ha limitado su acceso bajo el argumento de conservación. Aunque se habilitan entradas como Conchitas y Del Pueblo, el ingreso está condicionado por horarios, cuotas y rutas específicas.

La promesa de libre acceso se enfrenta a una administración que regula el paso, define tarifas y establece corredores controlados. ¿Es esta una restitución del espacio público?

El discurso oficial habla de inclusión y sostenibilidad, pero en la práctica, el acceso al mar se ha vuelto más burocrático y menos espontáneo. ¿Será?

Independencia de poderes: el espejismo legislativo

En Quintana Roo, la independencia de poderes parece más una fórmula retórica que una práctica democrática. La intervención de la secretaria de Gobierno, Cristina Torres Gómez, en las decisiones de la Junta de Gobierno y Coordinación Política (Jugocopo) del Congreso local revela una preocupante subordinación del Legislativo al Ejecutivo.

Cuando desde una oficina se decide qué iniciativas se turnan o se congelan, se vulnera el principio básico de autonomía parlamentaria.

Más grave aún es que esta manipulación afecta a diputados de partidos aliados a Morena, lo que evidencia que la lealtad política no garantiza voz ni voto.

El Congreso, que debería ser contrapeso, se convierte en extensión del Gabinete. Y así, la pluralidad se diluye en conveniencia. ¿Es esta la democracia que se prometió? ¿O sólo una coreografía institucional donde el guion lo dicta el poder Ejecutivo? ¿Será?