Tulum, por fin, vuelve a tener acceso libre a sus playas. Detrás de este logro, que parece tan simple, pero que costó meses de protestas, bloqueos y reclamos ciudadanos, está una gestión política que merece ser entendida y reconocida. La de la gobernadora Mara Lezama, quien logró lo que nadie había podido concretar.

El cierre de los accesos a las playas en la zona arqueológica de Tulum fue una herida abierta en el orgullo y en la vida diaria de la gente del pueblo. 

Cuando el llamado Parque del Jaguar comenzó a tomar forma bajo la administración del Grupo Mundo Maya, las puertas al mar se cerraron. 

Literalmente. Para ingresar, se tenía que una tarifa al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) u otra a la CONANP, pues se trataba también de un área natural protegida. 

Y la gente reaccionó como tenía que hacerlo. Los tulumnenses protestaron, bloquearon calles, exigieron lo que les pertenecía por historia y por justicia, su acceso al mar.

Pero, durante meses, el tema quedó empantanado entre dependencias, oficios y burocracias. 

Nadie lograba poner orden. Nadie, hasta que la gobernadora decidió entrarle de lleno al conflicto.

Mara Lezama hizo política en el sentido más genuino de la palabra. No envío intermediarios. Se sentó con las partes, buscó los puntos de acuerdo, tocó puertas en el gobierno federal y, sobre todo, tuvo la voluntad política de defender una causa ciudadana.

Eso es liderazgo. Unir lo que estaba roto, articular voluntades que parecían imposibles de conciliar.

Lo que se anunció este miércoles, significa devolverle a la gente el derecho de caminar hacia el mar, sin tener que mostrar un boleto ni pagar una tarifa.

Y por eso, la apertura del acceso tradicional. Ese que conocen los tulumnenses desde siempre, tiene una carga emocional inmensa y una solución que tiene rostro local y de territorio.

Como bien dijo la gobernadora, el acceso a la playa “es un derecho, no un privilegio”.  

En el anuncio estuvieron presentes la secretaria federal de Turismo, Josefina Rodríguez; autoridades del INAH, de la CONANP y del municipio. 

Pero fue Quintana Roo, desde su propio liderazgo estatal, quien empujó el acuerdo. 

Y eso habla de una gobernadora que sabe construir puentes, no muros. Que no teme gestionar ante instancias federales ni poner sobre la mesa los reclamos ciudadanos.

El resultado es visible. Dos accesos libres, señalizados, seguros y con servicios, listos para recibir tanto a locales como a turistas. 

Con vigilancia, limpieza, contenedores de basura y reglas claras para cuidar el espacio natural. 

Todo eso cuenta, pero lo más importante es que ahora el pueblo puede llegar al mar sin que nadie le pida dinero a cambio.

No fue casualidad ni suerte. Fue gestión, fue voluntad y, sobre todo, fue una muestra de que la política, cuando se ejerce con sensibilidad social, puede reconciliar al gobierno con la gente.

En Tulum, el mar vuelve a ser de todos. Y detrás de ese horizonte azul, hay una historia de lucha, de organización ciudadana y de una autoridad estatal que supo escuchar y actuar. 

Hoy, Tulum respira distinto. El mar volvió a ser libre, y una mujer al frente del gobierno de Quintana Roo demostró que hacer historia no siempre requiere grandes obras. A veces, basta con abrir caminos… incluso si conducen hacia el mar.