Miriam amaneció cansada, luego le dio temperatura y empezó a faltarle el aire, por lo que Elena, alarmada, decidió llevarla al IMSS en Cancún, Quintana Roo. Le confirmaron lo que no quería oír: su hija, de 11 años, tenía Covid-19, al parecer la variante delta.
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Aún no digería la noticia cuando, por protocolo, la obligaron a salir del cuarto de la niña. Y luego pasó ese día, otro y otro más. Ante la insistencia, se la mostraron desde una tableta: Miriam estaba sedada e intubada.
Y, mientras algunos padres y profesores aún están en el dilema de acudir o no a las clases y a otros les urge que sus hijos vuelvan a las aulas el próximo 30 de agosto, Elena ya no vivirá esa disyuntiva, porque Miriam perdió la batalla contra el nuevo coronavirus.
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Nunca la volvió a tocar, nunca volvió a hablar con ella y ahora con lo que se queda es con las cenizas de su hija, aunque las autoridades federales afirman que la tercera ola no pega a los niños ni a los adolescentes.
Miriam ya no irá a la escuela. Y mientras gobernadores, alcaldes y autoridades educativas alistan el plan para la vuelta a las aulas, Elena sigue pensando en que hubiera preferido que a su hija jamás le hubiera dado Covid-19, aunque fuera muy muy latosa.