Por Efraín Castro

Chetumal. – “Mi bebé y yo estamos encerradas con otras diez mujeres, que, aunque algunas entienden mi situación, a otras les molesta cuando llora, sobre todo por las noches”, relata Miriam “N”, quien ya cumplía condena cuando resultó embarazada de su pareja, por lo que paso su gestación y posterior alumbramiento tras las rejas.

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El sistema penitenciario mexicano permite a mujeres tras las rejas a permanecer con sus hijos durante la etapa posnatal y lactancia.

En el último recuento del Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, se estimaba que hay más de 360 niños viviendo dentro de las prisiones en México, cinco de ellos viviendo en centros penitenciarios de Quintana Roo.

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La hija de Miriam, ahora de un año, es parte de una población conocida como los “niños invisibles”, pequeños cuya existencia y necesidades son desconocidas o pasan desapercibidas para el Estado, por lo que no se les otorgan cuidados o medidas especiales de atención.

Sobre el tema comenta Jennyfer Alamilla, presidenta de la fundación Iniciando desde Cero, asociación civil radicada en Cancún que apoya a mujeres en situación de reclusión, y actualmente ayudan en los cuatro casos de niños nacidos en prisión, además de que existen tres mujeres en estado de gestación.

Explica que, aunque la Ley Nacional de Ejecución Penal establece medidas para la atención y trato de mujeres que privadas de la libertad con hijos en edad de lactancia, como atención pediátrica, apoyos para la educación inicial o espacios para alimentación de los menores, la realidad dista mucho.

“Tenemos cuatro mujeres con niños, y tres mujeres embarazadas, de las cuales dos lo tendrán en estas semanas, además de un caso de alto riesgo; la ley nos dice que tienen el derecho a la salud, pero la verdad, ellas solo una vez han recibido atención médica”, expresa Jennyfer Alamilla.

Asegura que los pequeños junto a sus madres, viven confinados en espacios de 4 metros por 4, en el que también se encuentran recluidas una docena de reclusas, en situación insalubres para su edad, que se agrava ante la falta de vacunas de los neonatos, pues para que puedan ser trasladados al Hospital General, los trámites que requieren son tardados.

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Jennyfer Alamilla comenta que estos bebés nacen y crecen en este ambiente inadecuado que impacta en su desarrollo físico y cognitivo, a diferencia de una crianza fuera de un penal.

“Esta diferencia se puede apreciar en su motricidad y en su lenguaje, tenemos a un niño de dos años que tiene carencias del lenguaje, porque convive con mujeres adultas, entre cuatro paredes, no conoce colores ni medios de transporte, no tiene acceso a estímulos externos”, lamenta.

Desafortunadamente el penal cuenta con dos psicólogos para toda la población, más de dos mil personas, por lo que no se dan abasto para atenderlos, en la situación de las mujeres, muchas de ellas están bajo tratamiento siquiátrico, porque las condiciones en la cárcel han deteriorado su estado mental, por la situación que padecen, de alguna manera los niños están en contacto directo con esto, por lo que están expuestos a comportamiento de riesgo constante, a lenguaje no adecuado para ellos que apenas lo aprenden.

Con el esfuerzo conjunto de la fundación, la sociedad civil y los mismos internos, que apoyan en manos de obra, se han encaminado para crear un espacio seguro y adecuado para estos menores en el Centro de Reinserción Social (Cereso) en Cancún, una ludoteca que les dé estímulos adecuados para su etapa de desarrollo.

“El acercamiento con las autoridades es bueno, nos permiten introducir apoyos de alimento, sanitarios y en medicina, por lo que ahora estamos buscando el apoyo de la gente para que conozcan esta situación, niños que viven en prisión, queremos informar a la gente y esta es la oportunidad”, dijo para 24 Horas Quintana Roo.