El Presidente “más juarista’’ de la historia ha recurrido a un clérigo afín para tratar de resolver el problema de la migración en territorio mexicano.

En efecto, Andrés Manuel López Obrador decidió que fuera el polémico Alejandro Solalinde el responsable de reestructurar el sistema migratorio nacional.

Solalinde es un presbítero que ha cuestionado desde siempre el orden y las jerarquías de la iglesia católica.

De joven se inscribió en el Instituto Preparatoriano de la orden de las Carmelitas Descalzas, en donde sólo permaneció dos años, pues fue expulsado por sus ideas radicales.

De ahí ingresó al Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos con el objetivo de ordenarse sacerdote; sin embargo, por sus ideas en contra de la formación sacerdotal y su crítica a los rangos clericales, dejó la institución cuando le faltaban tres años para ordenarse sacerdote.

Fuera del Instituto y junto a 15 seminaristas que sostenían sus mismas ideas, creó un grupo llamado Consejo Regional de Seminaristas.

Solalinde se ha dedicado a la defensa de los derechos humanos; eso le ha hecho ganar reconocimientos nacionales e internacionales, pero también enemigos al grado que en el 2012 tuvo que exiliarse del país por unos meses.

Pero si se quiere entender el pensamiento del controvertido presbítero, debe leer su autobiografía, “Revelaciones de un Misionero: mi vida itinerante’’.

¿Por qué López Obrador se decidió por un clérigo para encabezar la reforma al sistema -que no a la política- migratorio del país habiendo tantos especialistas civiles en la materia?

La cercanía de Solalinde con Morena no es reciente; antes estuvo cerca de López Obrador en el PRD e incluso festejó que, en una pastorela, por ahí del 2012, se representara al niño Dios con la figura de López Obrador.

No se puede subestimar el conocimiento que Solalinde tiene del fenómeno migratorio al que ha seguido por décadas; pero de eso a tener la capacidad para resolver un problema tan complejo, multidisciplinario, multinacional, hay una mar de diferencia.

Algo debió verle López Obrador para que, incluso, el presbítero anunciara antes que el Gobierno la desaparición del Instituto Nacional de Migración y la creación de la Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios y Extranjería.

Sólo falta la designación oficial -formalmente ya lo está- para que pase a ocupar el lugar de Francisco Garduño, amigo entre los amigos del Presidente.

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A partir del descubrimiento de un campamento de la delincuencia organizada para secuestrar a migrantes, en Matehuala, en San Luis Potosí anda corriendo un chiste.

Y es que parece imposible que un campamento de esa naturaleza no haya podido ser detectado por el Gobierno municipal, ni por el estatal y mucho menos por la Guardia Nacional, que se supone para eso está; al gobernador Ricardo Gallardo Cardona, a quien se le conoce como “El Pollo’’, anda mudando a “pollero’’.

Gallardo ha sido un gobernador excéntrico al que no quiso respaldar Morena como su candidato; compitió bajo las siglas del Partido Verde y ganó, pues ya había puesto de su parte a la estructura morenista en el estado.

Sin embargo, se asume como morenista aunque en Palacio Nacional le siguen haciendo el feo y López Obrador ha evitado realizar giras por la entidad lo más que se puede.

Como sea, Gallardo llegó con un inusitado apoyo social al cual debe corresponder resolviendo, junto con los gobiernos de Guanajuato y el federal, el caso de los más de 100 migrantes secuestrados en un municipio del estado que gobierna.

De que puede, puede.