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Los soldados israelíes se fueron de la Cisjordania ocupada, pero dejaron las huellas de su mortífera operación militar: casas destrozadas, autos calcinados y calles cubiertas de escombros, cristales y casquillos de bala.

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“No hay electricidad, ni agua, no hay nada”, dice Siham al Naaja, una mujer de 53 años, mientras muestra su apartamento.

En el interior, las ventanas están rotas, los muebles tumbados, y el suelo está recubierto de objetos. Naaja señala el azúcar esparcido en la cocina y un juguete de plástico roto en otra habitación.

Esta mujer acusa a las fuerzas israelíes de robar dinero y oro que pertenecía a su familia. El Ejército no quiso hacer comentarios sobre estas acusaciones.

SORPRESA

Naaja es una de las 3 mil personas residentes en el campo de refugiados de Yenín que huyeron en la noche del lunes después de que Israel lanzara una operación de gran envergadura, en la que murieron 12 palestinos y un soldado israelí.

Muchos palestinos consideran que tienen el derecho de defenderse contra una potencia ocupante, y numerosos carteles en los muros de Yenín rinden homenaje a los “mártires” de la lucha armada.

El norte de Cisjordania, bastión de grupos armados palestinos, es escenario en múltiples ocasiones de incursiones israelíes. Pero la operación en Yenín de esta semana es la más violenta en años, con cientos de soldados desplegados, drones y buldócers militares destrozando calles.

Israel afirma que la incursión era necesaria para combatir contra militantes palestinos, sus infraestructuras y depósitos de armas. Según Mahdi Jalysa, de 18 años, la población fue tomada por sorpresa. “No teníamos comida”, dice, mientras fuma un cigarrillo entre restos de casquillos.

EFECTOS PSICOLÓGICOS

“El Ejército entró en el campamento, lo primero que hicieron fue (lanzar) bombardeos”, recuerda Jalysa.
En el barrio devastado, los escombros se acumulan en las carreteras, junto con cables eléctricos derribados y charcos de gasolina.

Arrodillado cerca de una de los numerosos coches destrozados, un hombre intenta recuperar algunos objetos del maletero del auto que, según él, es de su hermano.

Unas calles más allá, una mujer apila escombros cerca de su casa, donde se produjo un bombardeo israelí, explica. Los muros del edificio de enfrente están ennegrecidos. Muchos vecinos del campamento encontraron refugio en las casas de los habitantes de Yenín.

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En las entradas de los hospitales, donde están decenas de heridos, se acumulan pañales y comida para ayudar a la población.

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