ADRIAN TREJO

El presidente Andrés Manuel López Obrador conocía al detalle el pleito que se había desatado en su gabinete entre su consejero jurídico, Julio Scherer y el fiscal Alejandro Gertz Manero.

Al tiempo se agregaría en esta disputa la exsecretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, pero por diferentes motivos a los que tuvo Gertz Manero.

Sin embargo, el Presidente no hizo nada por conciliar las posiciones encontradas entre los dos destacados funcionarios.

Scherer fue el artífice de algunas de las iniciativas más emblemáticas de lo que va de la administración, entre ellas la de revocación de mandato.

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Nos consta que el consejero jurídico pedía al senador Ricardo Monreal que se aplicara para sacar en la Cámara alta dicha ley que le importaba tanto al Presidente.

También es cierto que algunas iniciativas, cuya autoría es atribuida al exconsejero jurídico de la Presidencia, fueron bateadas por la Corte, ya sea por deficiencias jurídicas o fallos en el proceso legislativo para aprobarlas.

La Corte rechazó ese intento porque con esa propuesta la Secretaría de Energía invadía atribuciones de la Comisión Federal de Competencia, entre otras anomalías.

Scherer dio a conocer cómo es que casi desde el inicio de la administración se enemistó con Gertz, a quien según su dicho él ayudó a llegar al gabinete, porque le negó “el favorÔÇÖÔÇÖ de impedir que su excuñada y la hija de ella pudieran será amparadas y evitar la cárcel.

Lo de Sánchez Cordero tiene que ver con el hecho de que Scherer se constituyó en el verdadero secretario de Gobernación: todos los asuntos políticos relevantes, las relaciones con los gobernadores y las organizaciones no gubernamentales, la relación con el Poder Legislativo, la tenía Scherer por la simple razón de su cercanía personal con López Obrador.

No había gobernador que pasara por Bucareli antes de haber hablado “con JulioÔÇÖÔÇÖ.

Ello motivó la renuncia de Sánchez Cordero a la Secretaría de Gobernación y su decisión de regresar al Senado.

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Lo hizo, pero con una petición al Presidente, que le fue concedida: no quería regresar como una más de la bancada después del cargo que había ostentado (es un decir).

El cambio se dio justo cuando -o por eso mismo-, la bancada de Morena en el Senado se preparaba para designar a la presidenta de la Mesa Directiva.

Monreal operó entre las tres candidatas registradas de acuerdo a la convocatoria para que se desistieran en favor de Sánchez Cordero.

Sin embargo, la exsecretaria de Gobernación sí pudo manifestarle al Presidente su malestar por la invasión de competencias que a su juicio cometía deliberadamente Scherer.

Si se alió con Gertz cuando era funcionaria o ahora como legisladora, es otra historia.
Pero de que trae cuentas pendientes con el exconsejero, ni duda cabe.

Todas estas diferencias y sus causas fueron conocidas en su momento por López Obrador, que las dejó correr.

Así aceptó “las renunciasÔÇÖÔÇÖ de Scherer y Sánchez Cordero, pero mantuvo al fiscal a costa de las famas públicas de su “casi hermanoÔÇÖÔÇÖ y de la primera mujer en ocupar el segundo cargo más importante en el Ejecutivo.

¿Por qué? Solo él lo sabe.