No existen legislaciones que protejan a los microorganismos en Quintana Roo, por lo que los estromatolitos han quedado descubiertos y en franco deterioro, sobre todo, en Bacalar, lamentó Arturo Bayona, educador ambiental del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM).
“No hay ordenamientos legales que preserven a los microorganismos. Es importante porque cualquier cambio químico del agua le daría al traste a estos organismos”, refirió durante un diálogo virtual organizado por Aspen México.
En el evento también participó Guillermo de Anda, uno de los exploradores subacuáticos más destacados del país, quien recordó que los ríos submarinos de los que forma parte la laguna de Bacalar son parte fundamental para comprender nuestra historia.
El también director del GAM destacó que las poblaciones originarias mantienen una relación fundamental con los cenotes y sistemas de cuevas y cavernas.
En ellos han encontrado evidencias prehispánicas importantes que explican muchas cosas y otras que abren grandes interrogantes, como la aparición de una figurilla en forma de Tláloc, deidad del centro del país, que se pensaba ajeno a la cultura maya de la Península de Yucatán.
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Estromatolitos, en riesgo a falta de ley
“¿Por qué una deidad del centro de México se encuentra en maya? Tal vez porque el dios Chac no hacía lo suficiente y a lo mejor estaban importando dioses. Para los pueblos mesoamericanos la lluvia era muy importante, en tanto que eran sociedades agrícolas”, planteó.
Adelantó que en los próximos días darán a conocer un hallazgo importante de restos de un animal, no de hace miles, sino de millones de años.
Los microbialitos son una compleja comunidad de organismos unicelulares, de bacterias de diverso tipo, que interactúan entre sí, originada hace más de 12 mil años. Las bacterias se fosilizan con el paso del tiempo y forman estructuras cilíndricas verticales que asoman apenas por encima de las aguas.
Son considerados como los primeros organismos vivos del planeta. Su importancia radica en que son evidencia de vida antigua y porque son bioindicadores de la salud del ecosistema que los rodea.
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