ADRIAN TREJO

El 30% de los fertilizantes nitrogenados que se utilizan cada año en el país son comprados a Rusia, lo que en buena medida explica el por qué el Gobierno de López Obrador hace como que repudia la invasión a Ucrania pero se opone a sanciones comerciales.

De hecho, México importa 60% del total de fertilizantes que se utilizan en la producción de alimentos debido a que nuestro país no ha podido construir una de amoniaco.

Ayer la Unión Mexicana de Fabricantes y Formuladores de Agroquímicos AC., informó que los precios de fertilizantes han sufrido un incremento de 80% -sí, 80%- en los últimos días.La queja de dicha Unión es que el escenario internacional impactará necesariamente a la producción de alimentos y sus costos a la población en el corto plazo, porque el Gobierno no ha impulsado la construcción de plantas que produzcan fertilizantes.

La única planta que está construyéndose, en la Bahía de Santa María de Ohuira, en Topolobampo, Sinaloa, tuvo que enfrentar la oposición de un grupo de pobladores por considerar que se afectaría el ecosistema de la zona.

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El proyecto fue presentado ¡en 2013! por el consorcio Gas y Petroquímica de Occidente, en el que participa capital alemán, y cuando comenzó su construcción en 2020, surgieron los opositores al proyecto.

Se trataba, según se dijo, de pobladores de etnias nativas en defensa del medio ambiente, pero andando el tiempo quedó claro que en realidad es un pleito entre grandes productores agrícolas del estado, entre los que se encuentran políticos y grandes empresarios.

Unos a favor y otros en contra, siempre defendiendo sus intereses.

La construcción de la planta fue detenida hasta que se consultó al pueblo bueno y sabio, el 28 de noviembre pasado, para saber si estaba o no de acuerdo.

El 75.6% de los poco más de 30,000 votos recibidos fue por el sí y 23.65% dijo que no.

No se sabe si México tiene reservas suficientes o comenzó a buscar nuevos proveedores de fertilizantes antes de que la producción caiga y los precios de los productos del campo se vayan a las nubes.

Por lo pronto, ni mencionar la utopía de la autosuficiencia alimentaria.

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Pésima la estrategia, si así se le puede llamar, del encargado de Protección Civil de Palacio Nacional, Marco Antonio Mosqueda, que obligó a los reporteros, fotógrafos y camarógrafos que cubren la mañanera presidencial a quedarse sentados mientras sonaba la alerta sísmica.

Cuestionado después por unos justificadamente enojados reporteros, el funcionario les explicó que “tenían dos minutos: uno de la alerta sísmica y uno del temblor para después ser evacuados.

A ver, ¿no les pasó nada verdad?

¡¡Pues no porque no tembló!!

Se entiende la prioridad de sacar al Presidente, pero no deja de ser una estupidez dejar al resto del auditorio sentado esperando que se les caiga el techo.

Ufff.

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La alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, no sale de una y ya se metió en tres más.

El presunto secuestro de dos policías, el regalo de billetes pegados en pelotas lanzadas desde el balcón de la alcaldía y ayer, la publicación de un video de un hecho ocurrido en septiembre, dos semanas antes de que tomara posesión del cargo, en el que su secretario particular, Marlon ávalos, agrede verbalmente a personal de un hospital particular.

Todo, ante la mirada de Cuevas que llegó, según consta en una denuncia de hechos presentada por la apoderada legal del hospital, con un convoy de guaruras como de las series de Epigmenio Ibarra.

Ni hablar.

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