EFRAÍN CASTRO
“Se aproximaba el mes de mayo, se había logrado ya el desmonte de cuatro hectáreas a la playa y tres hacia el fondo, orientadas respectivamente N. y S. y E. y W., en cuya superficie quedaron trazadas las primeras cuatro calles y tres avenidas, continuando posteriormente el desmonte hacia el W. y N., rumbos que permitían en mejores condiciones el ensanche de la naciente población”, este es parte del relato que hizo el insigne marino Tomás Othón Pompeyo Blanco Núñez de Cáceres, con relación a la comisión del Pontón Chetumal y la fundación de Payo Obispo, hoy Ciudad Chetumal, un 5 de mayo de hace 125 años.
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Tras la firma del Tratado de Límites “Mariscal-Spencer”, entre México y Gran Bretaña en 1893, se fijan los límites con Belice, este es considerado en la historia nacional y local, como el inicio de la pacificación de los mayas rebeldes que tras el estallido del Guerra Social Maya (Julio de 1847) estaban sustraídos del gobierno federal y yucateco, en la parte oriental de la península.
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Dos años después de haber sido fijada la frontera, es decir, en 1895, un joven marino que se encontraba a bordo de la Corbeta “Zaragoza”, recibiría la misión de hacer valer el tratado y a la vez, reafirmar la soberanía nacional, en esta que era en aquel entonces la más recóndita de las fronteras del país: Tomás Othón Pompeyo Blanco Núñez de Cáceres.
Fue él quien sugirió la construcción del “Pontón Chetumal”, modesta embarcación garante de la soberanía nacional, la cual fondeó en la Bahía de Chetumal el 22 de enero de 1898. No sin antes lograr el establecimiento formal de la aduana marítima y fronteriza en aguas mexicanas del Río Hondo y la bahía, a pesar del celo de las autoridades de la corona inglesa.
La persuasión fue la única arma empleada por el fundador, que permitiría la convivencia pacífica entre los dueños milenarios de estas tierras y los futuros habitantes de la modesta Payo Obispo.
“Al desmontar con los primeros moradores la densa selva para trazar la naciente población, les inculca con acciones el sentimiento de amor y laboriosidad al lugar que hace 125 años nos heredó”, relata Fabián Herrera Manzanilla, cronista de la ciudad.
Es importante señalar que las condiciones prevalecientes en la época eran de total carencia de servicios y suministros, por lo que la vida de los primeros pobladores del nuevo asentamiento transcurrió en situación de precariedad. Las mercancías de consumo diario, ropa, calzado, implementos agrícolas rudimentarios y muy escasos medicamentos, venían de la población beliceña de Corozal. La comunicación cablegráfica con el interior del país solamente era posible enviando pequeñas embarcaciones hasta algún puerto importante de Guatemala y Honduras.
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Hacia 1915, Payo Obispo que hasta cierto punto se había desarrollado velozmente, debido en particular al incipiente comercio de importaciones, el inicio de actividades financieras y el comercio de maderas preciosas, se convirtió en la capital del territorio de Quintana Roo, en sustitución de Santa Cruz de Bravo.
A partir del traslado de la capital territorial a Payo Obispo, la zona sur de Quintana Roo comenzó a tener un destacado desarrollo, sobre todo de tipo comercial y forestal, además de que su población comenzó a crecer a mayor velocidad, que alcanzó 2 mil 112 habitantes censados.
“La efeméride que el día de hoy conmemoramos no solamente debe limitarse a recordar la fundación de una nueva ciudad mexicana. Ya que todas las acciones y proezas del insigne marino cuyas cenizas reposan en la Plaza del Centenario, son cimientos ineludibles del Quintana Roo de ayer. Y constituyen un arquetipo ejemplar para construir un mejor Quintana Roo, en el cual esta ciudad capital recobre todo su esplendor”, compartió Herrera Manzanilla.
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